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Una caldera de condensación es un equipo de calefacción de alta eficiencia que aprovecha el calor latente del vapor de agua en los gases de combustión. A diferencia de las calderas tradicionales, que expulsan humos a alta temperatura (~90–120 °C) desperdiciando energía, la caldera de condensación enfría los gases hasta unos 50 °C, condensando el vapor de agua. De esta forma recupera el calor latente (≈2.260 kJ por kg de vapor) y eleva el rendimiento térmico por encima del 100% (sobre el PCI del combustible). En la práctica, esto se traduce en un menor consumo de combustible y menos emisiones de CO₂. Las leyes europeas actuales (ErP, RD 275/1995) obligan a que toda caldera hasta 70 kW sea de condensación, para cumplir las exigencias de eficiencia y calidad del aire.

Los principios de funcionamiento de una caldera de condensación son los siguientes: el quemador quema gas (o gasóleo) para calentar agua, generando CO₂ y vapor. En lugar de arrojar esos gases calientes tal como están, el intercambiador de la caldera extrae más calor de ellos al enfriarlos, condensando el vapor en agua. Ese calor adicional se transfiere al circuito de calefacción o ACS, aumentando el rendimiento energético.

Tipos de caldera de condensación disponibles

En el mercado español existen varios tipos de calderas de condensación según su combustible:

  • Gas natural: Las más habituales. Se conectan a la red de gas ciudad y suelen ser las más económicas y limpias. Requieren salida de humos a través de un conducto (chimenea o pared), y aprovechan bien la condensación al trabajar a baja temperatura de impulsión.

  • Gas propano (GLP): Funcionan con bombona o depósito de propano. En cuanto a tecnología de condensación son equivalentes a las de gas natural, pero requieren instalación de tanque (aéreo o subterráneo) y revisiones del suministro de GLP.

  • Gasoil (diésel): Más comunes en unifamiliares sin gas; disponen de quemador de gasóleo y depósito propio. Las calderas de condensación de gasóleo pueden alcanzar altos rendimientos, pero la instalación es más compleja y cara por el tanque de combustible.

  • Eléctricas: Aunque técnicamente no condensan (no hay combustión), las calderas eléctricas ofrecen servicio similar de calefacción/ACS. No precisan evacuación de humos ni gas, son fáciles de instalar, pero tienen un consumo eléctrico elevado. Su coste de compra es relativamente bajo (900–2.000 € según potencia), y su instalación suele rondar 1.000–3.000 €. Estas calderas eléctricas entregan el 100% de la energía eléctrica al agua, pero la energía eléctrica suele ser más cara que el gas, por lo que se suelen recomendar solo en viviendas sin otra opción o combinadas con renovables.

Cada tipo de caldera tiene pros y contras: por ejemplo, las calderas de gas natural y propano condensación suelen ahorrar entre un 20% y 30% de combustible respecto a una caldera clásica. Las de gasóleo pueden ser rentables en grandes casas rurales, pero su instalación (depósito) y limpieza son más costosos. Las eléctricas son seguras y silenciosas, pero su gasto eléctrico suele hacerlas menos eficientes en coste final. Elegir el tipo adecuado dependerá del suministro disponible y las características de la vivienda.

Requisitos técnicos previos

Antes de instalar una caldera de condensación, hay que verificar varios requisitos técnicos:

  • Espacio de instalación y ventilación: Según el RITE (Reglamento de Instalaciones Térmicas en Edificios), la caldera debe situarse en un local con ventilación y acceso suficientes. En viviendas existentes, ese local debe tener al menos 3 m² (en obra nueva, 4 m²). Debe permitir la renovación de aire (rejillas bajas y altas) y salida de humos sin obstáculos. No se permite instalarla en dormitorios o estancias sin ventilación adecuada. Además se recomiendan distancias mínimas: por ejemplo, mantener 1 m de separación de paredes con huecos y 3 m de distancia frontal en caso de ventanas, para garantizar tiro correcto.

  • Sistema de evacuación de humos (chimenea): Las calderas de combustión necesitan un conducto estanco para expulsar los gases. Éste debe dimensionarse según la normativa y acabar en tejado o pared con deflector apropiado. Las distancias de los tubos a ventanas y extracciones vecinas están reguladas para evitar recirculación. Hay calderas estancas que toman aire del exterior; otras atmosféricas requieren mayor ventilación. En todo caso la salida de gases debe ser homologada y cumplir el RITE.

  • Desagüe de condensados: Una caldera de condensación genera agua ácida resultante de la condensación del vapor. Es obligatorio conectar ese desagüe a la red de saneamiento, preferiblemente al desagüe general de la vivienda. El tubo debe ser de PVC resistente a la corrosión (no plomo ni cobre). Se recomienda que el punto de evacuación esté muy cerca de la caldera y con pendiente suficiente. Si la caldera se ubica en planta alta y no hay pendiente natural, habrá que instalar una bomba de condensados para impulsarlo. El diámetro del tubo varía (2–3 cm típico) según modelo, pero siempre acorde con el talón de la caldera.

  • Suministros y compatibilidad: Se debe disponer del suministro de combustible adecuado (gas natural canalizado, gas propano o depósito, gasóleo con tanque) o conexión eléctrica de la potencia requerida. La caldera se conecta al circuito de calefacción existente y al de agua caliente si es mixta. Para aprovechar la condensación al máximo conviene que el sistema de calefacción funcione a bajas temperaturas de impulsión: esto es, que los emisores (radiadores o suelo radiante) estén dimensionados para trabajar con agua a ~45–50 °C de ida. En general, los sistemas de suelo radiante son ideales para calderas de condensación, ya que operan a baja temperatura y favorecen el ahorro. Si hay radiadores convencionales, se puede rediseñar la instalación con válvulas termostáticas o ampliar el tamaño de los radiadores para poder bajar la temperatura de agua y condensar mejor. En resumen, compatibilidad significa verificar que la potencia elegida calce con la carga térmica de la vivienda (aislamiento y tamaño de emisores) y que las tuberías puedan manejar las temperaturas de funcionamiento de la caldera.

Pasos clave de la instalación

Los principales pasos para instalar una caldera de condensación en una vivienda son:

  • Elección del modelo y dimensionado: Primero se selecciona el modelo según el combustible disponible, la potencia necesaria (en kW) y características del sistema. El dimensionado térmico se calcula atendiendo a la demanda de calefacción y ACS de la vivienda (m², aislamiento, clima local). Es crucial no sobredimensionar, ya que un tamaño excesivo desperdicia energía. Las calderas actuales suelen ser modulantes: ajustan la llama según demanda, lo que mejora la eficiencia.

  • Preparación del espacio: Se revisa el lugar donde irá la caldera para cumplir los requisitos (espacio, ventilación, proximidad al desagüe). Se instalan rejillas de ventilación en pared (según RITE), se prepara la base (puede ser de madera o hueco) y se marcan las fijaciones. También se instala un sifón especial en el desagüe para los condensados, que impida malos olores.

  • Montaje y conexionado: Se monta la unidad en la pared o pedestal y se proceden a las conexiones. Esto incluye: conectar la tubería de gas o tanque de gasóleo al quemador (con válvula de corte), instalar el conducto de evacuación de humos y sellarlo correctamente (paso de muro con manguito, material incombustible), y conectar los circuitos de agua: ida y retorno de calefacción, y toma de agua fría/salida ACS si es mixta. También se conecta el cableado eléctrico de la caldera (alimentación general y control). Todos los empalmes deben realizarse con materiales certificados (cobre multicapa, cáncamos, etc.).

  • Instalación del desagüe: Se conecta el tubo de condensados al tapón de la caldera y al desagüe doméstico. Si es necesario, se coloca la bomba de condensados. Es importante cumplir la normativa: materiales anticorrosivos, pendiente adecuada y trampas de agua donde correspondan.

  • Llenado y puesta en marcha: Una vez conectados todos los circuitos, se llena el circuito de calefacción con agua y un producto anticorrosivo/anticongelante si aplica. Se purgan radiadores y se comprueba presión (0,8–1,2 bar típicamente). Se abre el suministro de gas o activa la alimentación eléctrica, y un técnico autorizado realiza la primera ignición. Se ajustan el caudal de gas y aire para optimizar la combustión, se comprueba el correcto tiro de humos y la ausencia de fugas. Se realiza un test de funcionamiento: el equipo debe encenderse correctamente en demanda de calefacción y ACS, manteniendo la temperatura de impulsión prefijada. El profesional revisa válvulas de seguridad, bomba de agua, intercambiador y emite el informe.

  • Comprobaciones finales y documentación: Tras la instalación se comprueba que la caldera opera sin ruidos extraños y que evacúa condensados y gases correctamente. Se emite el certificado de instalación (boletín). Se entrega al cliente el manual de usuario y un justificante de revisión inicial. Además, se informa sobre el libro de mantenimiento y revisiones periódicas obligatorias.

En cada paso es imprescindible contar con un técnico autorizado: un instalador acreditado por Carné profesional de la comunidad autónoma. Solo él puede soldar cobre de gas, sellar humos, ajustar quemador y firmar el boletín de gas según la normativa RITE.

Aspectos normativos y documentación legal

La instalación debe cumplir estrictamente el RITE (Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios), que fija criterios de eficiencia y seguridad. Entre otros, el RITE obliga a:

  • Instalación profesional certificada: Solo personal con habilitación para instalaciones de gas o gasóleo puede montar la caldera.

  • Certificado de instalación (Boletín): Tras finalizar la instalación, el instalador entregará un boletín donde constan los datos del equipo, instalador, comprobaciones realizadas y cumplimiento normativo. Este documento es obligatorio para legalizar el sistema y suele solicitarlo la compañía de gas o seguros.

  • Manual de uso y registro de mantenimiento: Es obligatorio entregar al usuario el manual de la caldera y mantener un Libro de Mantenimiento donde se registren las revisiones. El RITE fija periodicidades de revisión: en viviendas, las calderas de gas ≤70 kW deben revisarse cada 2 años, y las de gasóleo cada año, siempre por empresa autorizada. Las inspecciones periódicas garantizan la eficiencia y seguridad a largo plazo.

Además, la instalación puede requerir permisos adicionales: por ejemplo, si la salida de humos discurre por fachada, puede requerir autorización de la comunidad de vecinos. También conviene notificar a la distribuidora de gas para dar de alta (o cambiar) la instalación si procede. Cumplir todas estas normas evita sanciones que pueden ser muy severas.

Coste estimado de instalación

Los costes varían según el tipo de caldera, la obra necesaria y la región, pero a modo orientativo:

  • Caldera de gas (natural o propano): El equipo suele costar entre 900 € y 2.300 € (según potencia y marca). La instalación (mano de obra, tuberías, accesorios) añade unos 300–500 €. En total, instalar una caldera de condensación de gas en una vivienda típica puede costar entre 1.300 € y 3.000 €. Fuentes especializadas indican que lo más habitual es una horquilla entre 1.000 € y 2.000 € para la instalación completa de gas natural. Las calderas de propano tienen un coste similar al gas natural, aunque si se necesita depósito, éste puede sumar varios cientos de euros adicionales.

  • Caldera de gasóleo: El presupuesto es mucho más elevado debido al depósito y al mayor trabajo. Incluir equipo + tanque + obra auxiliar lleva la inversión típica de 3.500 € a más de 7.000 €. Por tanto, instalar caldera de gasoil de condensación suele rondar los 4.000–8.000 € en una casa unifamiliar, dependiendo del tamaño del tanque y distancia de tuberías.

  • Caldera eléctrica: El propio aparato es más barato (alrededor de 900–2.000 € según potencia), y la instalación es sencilla (no hay chimenea ni gas), por lo que el conjunto suele ser económico. Sin embargo, hay discrepancias: algunos técnicos estiman instalación entre 1.000 € y 3.000 €. En general, el coste total de una caldera eléctrica con instalación suele ser inferior al de una de gas o gasoil, aunque la diferencia no siempre es muy alta si la eléctrica es de alta potencia.

Se debe recordar que además del precio de instalación conviene considerar el coste de explotación: las calderas de condensación suelen amortizarse por el ahorro energético a medio plazo. Los expertos calculan ahorros de hasta un 30% en factura respecto a una caldera antigua no condensación, por lo que la inversión inicial puede recuperarse en pocos años.

Consejos para un uso óptimo

Para aprovechar al máximo una caldera de condensación y mantener su rendimiento alto, se recomiendan varios cuidados y ajustes:

  • Mantenimiento preventivo anual: Encarga una revisión periódica a un instalador autorizado. En cada visita se limpiará el quemador, se purgará el intercambiador de humos, se comprobará la estanqueidad de la instalación y se verificará la evacuación de condensados. Según el RITE, las calderas domésticas deben revisarse cada 2 años (gas) o cada 1 año (gasoil). Llevar al día estas revisiones permite mantener la eficiencia y evita fallos. Además, asegúrate de purgar los radiadores antes de cada temporada de frío y mantener los filtros limpios.

  • Regulación de la temperatura de impulsión: Para maximizar la condensación, ajusta la caldera a la temperatura más baja posible que proporcione confort. Por ejemplo, poner el termostato de impulsión en 45–50 °C en invierno (si los radiadores lo permiten) hará que condense más y consuma menos gas. Muchas calderas actuales permiten programación semanal y regulación climática (ajustan la potencia según temperatura exterior).

  • Uso de termostatos modulantes: Instalar un termostato ambiente modulante o programable mejora mucho la eficiencia. Este tipo de termostato detecta las variaciones de temperatura interior o exterior y manda órdenes finas a la caldera, evitando encendidos bruscos. Combinado con una caldera modulante, puede reducir el consumo en hasta un 30% respecto a sistemas tradicionales. Por ejemplo, pueden calentar solo lo necesario y mantener una temperatura estable, evitando picos y caídas bruscas.

  • Válvulas termostáticas en radiadores: Colocar válvulas en cada radiador ayuda a equilibrar la instalación y consumir solo en las estancias deseadas. Así, las habitaciones menos usadas pueden tener menor temperatura, y la caldera no tiene que calentar más de lo necesario.

  • Mantener baja la temperatura de ACS cuando sea posible: Si la caldera se utiliza para agua caliente sanitaria (ACS), ajustar el termostato a unos 50–55 °C en lugar de 60–65 °C también ahorra energía (un grado menos en ACS equivale a unos 6% de ahorro de energía).

  • Ventilar adecuadamente: Aunque no sea parte de la caldera, asegurarse de que la sala de calderas (o lugar de instalación) esté limpia, sin acumulación de polvo ni obstáculos, ayuda a la correcta combustión y al acceso del instalador en futuras revisiones.

En resumen, una instalación de caldera de condensación en casa exige seguir las normativas (RITE), contar con un profesional certificado, y planificar bien el sistema. Con una instalación adecuada y un uso correcto, la caldera de condensación ofrecerá calefacción y ACS eficientes, seguras y económicas, tanto en pisos como en viviendas unifamiliares.