Optimizar el rendimiento de la caldera no solo reduce el consumo energético, sino también las emisiones de CO₂ y otros gases contaminantes. Una caldera bien ajustada y mantenida aprovecha mejor el combustible, ahorrando en la factura y alargando su vida útil. En particular, las calderas de condensación alcanzan los máximos ahorros cuando la temperatura de impulsión se sitúa por debajo de 53 °C en gas natural (46 °C en gasóleo), ya que así recuperan el calor latente de los humos. Por ello, además de elegir un equipo adecuado, es clave aplicar una serie de ajustes técnicos y prácticas de uso que mejoren la eficiencia de cualquier tipo de caldera (gas natural, propano, gasóleo o eléctrica).
Ajustes técnicos para mejorar la eficiencia
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Temperatura de impulsión adecuada. Mantener la temperatura del agua de calefacción lo más baja posible (sin sacrificar confort) maximiza la condensación. Por ejemplo, BAXI recomienda valores óptimos de unos 35-45 °C en radiadores (60-70 °C en suelo radiante). Un ajuste moderado (idealmente por debajo de 53 °C para gas) incrementa el rendimiento térmico y ahorra combustible. Ajusta la caldera según el tipo de emisores y el aislamiento de la vivienda para no sobrepasar lo necesario.
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Alta modulación del quemador. Las calderas modulantes pueden trabajar a potencias muy bajas (relación 1:10, 1:15, etc.), adaptando continuamente su potencia a la demanda. Esto evita constantes ciclos de encendido/apagado, que son los que más consumen. En servicio de calefacción, una modulación amplia permite trabajar en potencia mínima más tiempo, reduciendo el gasto energético. Si la caldera es antigua, valora instalar un quemador modulante o cambiarla por una nueva de alto rango de modulación.
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Purgado del circuito de calefacción. El aire atrapado en radiadores o en la caldera disminuye la circulación y causa golpeteos, silbidos o bloqueos inesperados. Purga los radiadores y la propia caldera al menos 1-2 veces al año (al inicio y/o fin de temporada). Esto restaura la presión y el flujo correcto del agua, mejorando el rendimiento y evitando la corrosión interna.
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Control de presión. Mantén la presión del circuito hidráulico en el rango correcto (aproximadamente 1–2 bares en frío). Un valor muy bajo provocará que la caldera se bloquee por falta de agua, mientras que uno excesivo puede originar fugas. Revisa el manómetro periódicamente y repone agua (o purga en radiador) para estabilizarla entre 1 y 2 bares.
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Verificación de la combustión. Si la caldera es de gas o gasóleo, realiza análisis de gases periódicos. Midiendo O₂, CO₂ y CO en los humos se asegura una mezcla aire-combustible óptima. Un exceso de aire enfría los gases y desperdicia calor, mientras que poco aire genera monóxido de carbono y hollín. Ajustar el quemador para mantener un CO₂ alrededor del 8-12 % (O₂ entre 5-12 %) mejora la eficiencia y reduce las emisiones contaminantes. Un buen análisis de combustión anual ahorra combustible y previene averías.
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Uso de termostatos modulantes. Instalar un termostato programable o inteligente (modulante) permite un control más fino de la temperatura ambiental. A diferencia de los termostatos on/off convencionales (que encienden a tope hasta la consigna y luego apagan), un termostato modulante ajusta gradualmente la potencia de la caldera según la temperatura real. Esto minimiza los picos de consumo y los ciclos bruscos de encendido/apagado. Además, muchos termostatos inteligentes incluyen sonda exterior o algoritmos de aprendizaje que anticipan la demanda y optimizan el gasto energético en tiempo real.
Aislamiento térmico de las tuberías
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Cubrir tramos expuestos. Los tramos de tubería largos o situados en garajes, sótanos o exteriores pueden perder mucho calor antes de llegar a los radiadores. Envuelve estas tuberías con material aislante adecuado (espuma elastomérica, fibra de vidrio con revestimiento, etc.) para evitar la disipación de calor.
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Ventajas del aislamiento. Un buen aislamiento de conductos prolonga la vida útil del sistema y reduce significativamente los costes de energía. Además de ahorrar en la factura, se previene la condensación en las tuberías frías y se eliminan riesgos de quemaduras en zonas accesibles. No descuides también el aislamiento de la envolvente de la vivienda (ventanas, puertas) para que la caldera no deba trabajar de más por fugas térmicas.
Buenas prácticas de uso
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Programación horaria. Ajusta la calefacción para que funcione solo cuando sea necesario. Por ejemplo, baja la temperatura o apaga la caldera cuando estés en el trabajo o durmiendo, y enciéndela con antelación breve antes de necesitar calor. Un programador o termostato inteligente puede automatizar estos períodos y evitar encender la calefacción en vano.
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Control por zonas. Si es posible, divide la casa en zonas con termostatos independientes. Así solo calentarás las habitaciones que estés usando, sin malgastar energía en espacios vacíos. Cerrar puertas de estancias sin uso o instalar válvulas termostáticas en radiadores también ayuda a regular mejor el calor según cada zona.
Por lo general, se recomienda mantener una temperatura de 20-21 °C durante el día en las zonas de estar. No sobrecalientes la casa: cada grado adicional puede incrementar mucho el consumo. Por la noche o cuando no haya nadie en casa, baja la temperatura entre 3 y 5 grados para ahorrar energía. En el caso del agua caliente sanitaria (ACS), una temperatura de unos 50-55 °C suele ser suficiente para cumplir normas de salubridad (evitar Legionella) sin desperdiciar energía.
Un aspecto crítico es el purgado del circuito. Con el uso continuado, el aire queda atrapado en radiadores y caldera, provocando ruidos metálicos o silbidos y reduciendo la transferencia de calor. Antes de cada temporada de frío, abre los purgadores de los radiadores y de la caldera para expulsar el aire acumulado. Este sencillo gesto mejora la eficiencia del sistema y evita bloqueos.
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Mantenimiento preventivo. Contrata una revisión anual (o cada dos años) con un técnico cualificado. Durante esta revisión se limpiará el quemador/intercambiador, se ajustarán los controles y se comprobarán emisiones. Un mantenimiento regular garantiza que la caldera funcione en sus parámetros óptimos, evitando desgastes prematuros, fugas o ineficiencias.
Recomendaciones según el tipo de caldera
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Calderas de gas natural o gas propano. Estas calderas suelen ser de condensación: aprovéchala manteniendo la temperatura de impulsión baja (< 53 °C) para que se condense el vapor de agua de los gases. Cuida la limpieza del quemador y del intercambiador para evitar depósitos de hollín. Si no tienes caldera modulante, ajusta manualmente su potencia al mínimo necesario y utiliza un termostato modulante para evitar sobrecalentamientos. Mantén desbrozada la chimenea y revisa anualmente la combustión.
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Calderas de gasóleo. De igual forma, baja la temperatura de trabajo por debajo de unos 46 °C para favorecer la condensación en calderas modernas. Debido a los residuos propios del gasóleo, es especialmente importante realizar limpiezas periódicas del filtro de combustible y del quemador. La eficiencia de estas calderas mejora notablemente con quemadores electrónicos modulantes y quemando gasóleo limpio y filtrado.
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Calderas eléctricas. Aunque no queman combustible, consumen mucha electricidad a altas temperaturas. Procura programarlas en horas valle (tarifa reducida) y enciéndelas solo cuando sea necesario. Mantén la temperatura ambiente moderada (18-21 °C) y asegúrate de que la vivienda esté bien aislada. Considera sistemas complementarios como paneles solares térmicos o fotovoltaicos, que pueden suministrar parte de la energía de manera más económica y reducen los picos de demanda en la red eléctrica.
En resumen, la combinación de ajustes técnicos (temperatura de impulsión, modulación, purgado, presión y termostatos) junto con un buen aislamiento y hábitos de uso eficientes permite reducir notablemente el consumo de la caldera. Siguiendo estas recomendaciones mejorarás la eficiencia caldera y ahorrarás en tu factura energética, al mismo tiempo que disminuyes las emisiones contaminantes asociadas
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