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Elegir la caldera adecuada para la calefacción y agua caliente de tu hogar es una decisión clave. En el mercado español predominan dos opciones tradicionales: calderas de gas natural y calderas de gasóleo (gasoil). Ambos sistemas tienen diferencias importantes en funcionamiento, costes, rendimiento y requisitos de instalación. A continuación, comparamos en detalle las calderas de gas vs calderas de gasóleo, tanto para pisos como para viviendas unifamiliares, analizando cuál puede ser la mejor caldera para casa según tus necesidades.

Diferencias en el funcionamiento de calderas de gas y gasóleo

Las calderas de gas se alimentan de un combustible gaseoso (gas natural canalizado, butano o propano) que se quema en un quemador para calentar el agua del circuito de calefacción y/o agua caliente sanitaria. Este tipo de caldera suele conectarse a la red de suministro de gas, por lo que no requiere almacenamiento de combustible en la vivienda. En zonas urbanas con infraestructura de gas, la caldera toma el gas directamente de la tubería de suministro.

Por su parte, las calderas de gasóleo funcionan quemando gasoil (gasóleo C de calefacción, un derivado del petróleo) en un quemador especial para generar calor. A diferencia del gas, el gasoil es un combustible líquido que debe almacenarse en un depósito dentro o cerca de la vivienda. La caldera succiona el combustible del tanque según la demanda, lo atomiza en el quemador y así calienta el agua del sistema. En esencia, ambos tipos de calderas proporcionan el mismo servicio (agua caliente y calefacción mediante radiadores o suelo radiante), pero difieren en cómo obtienen y gestionan su combustible. Esta diferencia fundamental conlleva diversas implicaciones en instalación y uso diario, como veremos a continuación.

Costes de instalación y mantenimiento de gas vs gasoil

Instalar una caldera de gas suele ser más sencillo y económico al inicio que instalar una de gasoil. Al estar normalmente diseñada para conectarse a la red de gas natural existente, no necesita tanque de almacenamiento ni grandes adaptaciones en la vivienda, lo que reduce el coste inicial. En cambio, una instalación de caldera de gasóleo implica colocar un depósito de combustible (a menudo de cientos de litros) con sus sistemas de seguridad, lo que requiere más espacio y un desembolso adicional significativo en la instalación. En cuanto al precio de los equipos, una caldera de gasoil doméstica promedio cuesta entre 1.000 y 1.400 €, mientras que una caldera de gas de condensación puede oscilar entre 800 € y 2.000 € según la marca y potencia. A esto habría que sumar la obra de instalación: en un piso con preinstalación de gas natural será mínima, mientras que en una vivienda sin acometida de gas el coste de implementar un depósito de gasoil (o incluso de propano) encarece el proyecto.

El mantenimiento también marca una diferencia importante. Las calderas de gas requieren revisiones menos frecuentes y tienden a ser más sencillas de mantener, gracias a que el gas es un combustible limpio que no deja prácticamente residuos. Por normativa en España, es obligatoria una inspección de la instalación de gas cada 5 años y se recomienda una revisión de la caldera cada 1-2 años, pero en general una caldera de gas bien ajustada apenas necesita limpiezas internas. En cambio, las calderas de gasoil sí demandan un mantenimiento más regular: el quemador y el interior de la caldera acumulan hollín y sedimentos por la combustión del gasóleo, por lo que se recomienda limpiarlos al menos una vez al año para asegurar un funcionamiento óptimo. De hecho, tras la combustión del gasóleo siempre quedan posos en la caldera que han de retirarse, ya que pueden ocasionar averías y reducir la eficiencia si no se atienden. Esto implica contratar servicios de mantenimiento especializados en calderas de gasoil con mayor frecuencia que en el caso del gas. En resumen, el gasóleo exige más atención anual (limpieza de quemador, cambio de filtros de combustible, purgado de hollín), mientras que el gas, al arder de forma más limpia, simplifica las tareas de mantenimiento rutinario.

Otro aspecto a considerar es la vida útil: una caldera de gas y una de gasoil bien cuidadas pueden durar en torno a 15-20 años. No obstante, las calderas de gasoil pueden ver acortada su vida útil si no se efectúan esas limpiezas periódicas, ya que los residuos de la combustión aumentan el desgaste de los componentes. En general, muchos fabricantes ofrecen garantías similares en ambos tipos de calderas, pero insisten más en el mantenimiento anual en el caso del gasóleo.

Coste por kWh térmico y consumo de combustible

En la comparativa caldera de gas vs caldera de gasoil en costos de combustible, el gas natural suele salir beneficiado. Aunque históricamente el gasóleo de calefacción llegó a ser económico, hoy el gasóleo es más caro por kWh útil que el gas natural. Esto se refleja en el precio por unidad de energía calorífica (kWh térmico) de cada combustible:

  • Gas natural: En España, el precio regulado (tarifa TUR) ronda los 0,04 €/kWh (sin impuestos) más una cuota fija mensual. En el mercado libre o con tarifas estándar, el gas natural suele costar del orden de 0,05-0,08 €/kWh según la compañía y nivel de consumo. Hay que tener en cuenta que la factura del gas incluye términos fijos (peajes de acceso) que se pagan aunque el consumo sea bajo.

  • Gasóleo C (calefacción): Su precio depende del mercado del petróleo y presenta variaciones regionales. A modo de ejemplo, a finales de 2024 el gasóleo para calefacción equivalía a unos 0,13 €/kWh de energía útil, con diferencias según la comunidad (aproximadamente 0,129 €/kWh en Aragón vs 0,135 €/kWh en el País Vasco). Esto implica que, en promedio, el kWh térmico de gasóleo es aproximadamente el doble de caro que el de gas natural en España. Ya en 2022 se estimaba el coste del gas natural en torno a 0,059 €/kWh frente a 0,104 €/kWh del gasoil, es decir, casi un 50% de ahorro a favor del gas natural en coste por calor producido. Conviene resaltar que el gasóleo de calefacción no tiene costes fijos mensuales –solo pagamos el combustible cuando llenamos el depósito–, a diferencia del gas canalizado que sí conlleva una cuota fija por estar conectado a la red. Por tanto, si el consumo anual de calefacción va a ser muy bajo, este término fijo del gas debe considerarse en la comparación.

En distintas situaciones, la rentabilidad de cada combustible puede variar. Por ejemplo, en zonas donde el gas natural no está disponible, no hay elección posible y hay que recurrir al gasóleo (u otra alternativa). Pero allí donde existe gas canalizado, generalmente el gas natural resulta más económico en operación diaria que el gasóleo, especialmente para consumos medios y altos. Además, la estabilidad de precios del gas natural suele ser mayor que la del gasóleo, cuyo precio fluctúa según cotizaciones internacionales del crudo, impuestos especiales y otros factores geopolíticos. El gas natural tiene tarifas reguladas y ofertas comerciales relativamente estables, mientras que el gasóleo puede experimentar subidas bruscas dependiendo del mercado (como se vio en años recientes con incrementos por crisis petroleras). En definitiva, el gas ofrece un coste por kWh más bajo y predecible, mientras que el gasóleo está expuesto a mayor volatilidad y, hoy por hoy, tiende a ser más caro en la mayoría de regiones de España.

Rendimiento energético y eficiencia de las calderas (convencionales vs condensación)

En cuanto a rendimiento energético (la proporción de energía del combustible que la caldera aprovecha como calor útil), tanto las calderas de gas como las de gasoil han mejorado significativamente gracias a la tecnología de condensación. Las calderas modernas de condensación pueden alcanzar rendimientos muy altos (habitualmente del 90% al 95% sobre el Poder Calorífico Inferior del combustible, e incluso superar el 100% en términos relativos) aprovechando el calor latente del vapor de agua en los gases de escape. De hecho, desde 2015 la normativa europea (ErP) exige que las calderas que se comercializan sean de condensación y alta eficiencia en el caso del gas, lo que ha generalizado esta tecnología. En calderas de gasóleo también existen modelos de condensación, aunque su adopción ha sido menor comparada con el gas. Aun así, ambas opciones pueden considerarse eficientes, especialmente en sus versiones de condensación.

Ahora bien, entre gas y gasóleo, las calderas de gas suelen ofrecer un rendimiento ligeramente superior. El gas natural es un combustible que arde de forma más limpia y completa, y las calderas de gas tienden a aprovechar mejor el calor generado. Por su parte, las calderas de gasoil modernas también logran altos rendimientos, pero pueden quedarse un poco por debajo en comparación con las de gas en eficiencia estacional. Una razón es el propio poder calorífico de cada combustible: el gas natural aporta alrededor de 11,98 kWh por m³ (unos 14,69 kWh por kg), mientras que el gasóleo de calefacción aporta unos 10,89 kWh por litro (aprox. 12,24 kWh por kg). Es decir, por cada kilogramo de combustible quemado, el gas natural libera más energía que el gasóleo. En la práctica, esto se traduce en que para producir la misma cantidad de calor se requiere menos cantidad de gas que de gasoil, lo que influye en un menor consumo volumétrico y potencialmente en mayor eficiencia global del sistema.

Otro factor es que el gas natural genera más vapor de agua en la combustión (producto de quemar metano e hidrocarburos ligeros), lo que hace que las calderas de gas de condensación puedan recuperar más calor latente enfriando esos gases de combustión. El gasóleo, al tener más carbono y algo menos de hidrógeno, produce proporcionalmente menos vapor de agua y más CO₂ por unidad de energía, de modo que su margen de mejora por condensación es ligeramente menor. Aun así, una caldera de gasoil de condensación bien ajustada puede rondar también eficiencias del 90%, muy por encima de las antiguas calderas atmosféricas. En resumen, en rendimiento energético ambas tecnologías son comparables si se usan modelos modernos, aunque la caldera de gas suele consumir algo menos para entregar la misma calefacción gracias a las propiedades del gas y a diseños optimizados.

Consideraciones técnicas: espacio, ventilación, depósitos y evacuación de humos

Al comparar calderas de gas y de gasóleo, es importante evaluar las exigencias técnicas de instalación en la vivienda:

  • Espacio y ubicación: Una caldera de gas natural típica para vivienda (de pared, estanca) es compacta y puede instalarse en la cocina, en una galería o tendedero, o en un armario técnico, ocupando poco espacio. Por el contrario, una caldera de gasóleo suele ser un equipo más voluminoso (a menudo de pie) y, sobre todo, necesita un depósito de almacenamiento de combustible. Este depósito puede ser una o varias cubas de plástico o metal con capacidades desde ~500 hasta 1000 litros o más, según la autonomía deseada. Disponer de este depósito requiere un espacio dedicado en la vivienda (un cuarto de calderas, sótano, garaje o zona exterior) que no puede destinarse a otros usos. Además, la instalación del depósito debe cumplir normativas: típicamente doble pared o bandeja de recogida para evitar derrames, separación de fuentes de calor, etc. En una vivienda unifamiliar esto implica destinar un rincón del inmueble a la sala de caldera y depósito; en un piso es prácticamente inviable instalar caldera de gasoil individual (por eso, en bloques de pisos solo se ve gasóleo en instalaciones centralizadas comunitarias, ubicadas en la azotea o sótano).

  • Ventilación y seguridad: Las calderas de gas estancas toman el aire comburente del exterior mediante un conducto concéntrico con la chimenea, por lo que no requieren ventilación permanente del local donde se instalan (a diferencia de las antiguas calderas de gas atmosféricas, ya en desuso). Esto permite colocarlas dentro de casa sin aperturas adicionales, siempre que se disponga de la salida de humos adecuada. En cambio, una caldera de gasoil suele emplazarse en una sala de máquinas o local técnico que debe contar con ventilación (aberturas o rejillas) para garantizar suficiente aporte de oxígeno a la combustión y evacuar posibles vapores de combustible. El depósito de gasóleo en sí también incorpora válvulas de venteo al exterior para aliviar la presión y posibles gases. Por motivos de seguridad, la sala de calderas de gasóleo debe estar separada de la zona habitable, minimizando el riesgo de inhalación de humos o fugas de combustible.

  • Evacuación de humos: Ambos tipos de calderas requieren una chimenea o conducto para expulsar los gases de combustión al exterior. Las calderas de gas natural, al quemar más limpiamente, producen gases de escape con menos residuos y olor. Por ello, en instalaciones domésticas a gas es común usar chimeneas tipo coaxial de pequeño diámetro que pueden salir por fachada o patio de luces (siguiendo normativa de distancias) o conectarse a shunts comunitarios. En las calderas de gasóleo, los humos de combustión contienen más hollín, partículas y a veces olor a combustible quemado, por lo que se suele preferir una chimenea vertical que evacúe por la cubierta del edificio, dispersando mejor estos gases. Además, las chimeneas de gasoil deben ser de material resistente a la corrosión (por los restos de azufre que generan ácidos) y a altas temperaturas. Es frecuente que incluyan registros para limpieza, ya que los humos del gasoil son más contaminantes y dejan más depósito que los del gas, obligando a una limpieza periódica de la chimenea para mantener el tiro. En resumen, la instalación de gasóleo es más exigente en infraestructura: precisa depósito, sala ventilada y chimenea específica, mientras que la de gas es más compacta y simple (especialmente si la vivienda ya tiene preinstalación de gas).

Disponibilidad del suministro: gas canalizado vs almacenamiento de gasoil

La disponibilidad del combustible es un factor decisivo. En ciudades y núcleos urbanos, lo habitual es disponer de gas natural canalizado, y de hecho este es el sistema más extendido en España (el 72% de las calderas vendidas son a gas, frente a un 22% a gasóleo). Sin embargo, aún existen más de 4 millones de hogares españoles sin acceso a la red de gas natural. En estas zonas (generalmente rurales o periferias aisladas) la calefacción con gasóleo ha sido la alternativa tradicional, junto con el gas propano en tanque. La caldera de gas solo es viable si llega una acometida de gas hasta la vivienda, cosa común en entornos urbanos pero no garantizada en entornos rurales. Si tu vivienda tiene acceso a la red de gas natural, el suministro es continuo e ininterrumpido: no tienes que preocuparte de pedidos de combustible, basta con abrir el gas y consumir. El gas canalizado te ofrece comodidad, pues siempre está disponible bajo demanda, y solo pagas por lo que consumes (además de un pequeño fijo).

En cambio, con una caldera de gasoil debes gestionar tú mismo el suministro: será necesario repostar el depósito periódicamente contratando el servicio de entrega de gasóleo a domicilio mediante camiones cisterna. Esto implica planificar los pedidos (por ejemplo, llenar al inicio del invierno) y asegurar el acceso del camión a tu finca. La ventaja es que el gasóleo de calefacción está disponible prácticamente en cualquier ubicación geográfica, por remota que sea, ya que se distribuye por carretera sin depender de infraestructuras de tuberías. Esta independencia de la red es uno de los grandes puntos a favor de las calderas de gasoil: puedes usarlas en cualquier lugar, lo que las hace ideales para zonas rurales sin gas, viviendas aisladas de campo, masías, etc., donde simplemente no hay otra opción de combustible combustible fósil. Además, al almacenar tu propio combustible, tienes la autonomía de decidir cuándo y cuánto comprar, pudiendo aprovechar eventuales bajadas de precio adquiriendo más volumen (aunque también te afecta si sube el precio antes de que vuelvas a llenar).

En áreas semi-urbanas o urbanizaciones nuevas sin gas natural, a veces se instalan depósitos comunitarios de propano a granel como alternativa al gasoil, ya que el propano tiene un suministro similar (camión) pero con combustión más limpia. No obstante, el gas propano también requiere tanque y logística de entrega, con costos comparables. Por tanto, la elección suele ser: si hay gas natural disponible, suele preferirse esa comodidad, y si no lo hay, el gasóleo cumple la función de suministro autónomo. Hay que valorar también el consumo: en viviendas con demandas bajas (climas templados o usos esporádicos), puede no compensar dar de alta una acometida de gas (por el término fijo) y optarse por gasoil u otras soluciones; mientras que en viviendas de uso permanente y climas fríos, conectar al gas natural (si es posible) proporcionará un abastecimiento más fiable de largo plazo.

Factores medioambientales y normativas actuales

Desde el punto de vista medioambiental, el gas natural resulta más limpio que el gasóleo en términos de emisiones. Por cada kWh de energía útil, la combustión de gas natural emite alrededor de 204 gramos de CO₂, mientras que el gasóleo emite cerca de 273 gramos de CO₂. Esto significa que el gasóleo genera aproximadamente un 33% más de dióxido de carbono para producir la misma cantidad de calor. Además, el gas natural prácticamente no contiene azufre (0% de azufre en su composición), mientras que el gasóleo de calefacción suele tener hasta un 0,2% de azufre. El azufre en el combustible produce emisiones de SO₂ al quemarse, contribuyendo a la lluvia ácida y la contaminación local. Por ello, la combustión del gasóleo es más contaminante en términos de gases y partículas: las calderas de gasoil expulsan más humo, hollín y residuos que las de gas, que prácticamente solo emiten CO₂ y vapor de agua (además de óxidos de nitrógeno en ambos casos). En la práctica, esto se traduce en que una caldera de gasoil ensucia más el ambiente y necesita más limpieza interna (por los depósitos de hollín), mientras que la de gas mantiene más limpio el intercambiador y la chimenea. Desde el punto de vista de la calidad del aire, el gas natural produce menos partículas y menos NOx que el gasóleo, especialmente en modelos de bajo NOx actuales.

Ahora bien, tanto el gas natural como el gasóleo son combustibles fósiles finitos y emisores de CO₂, por lo que a largo plazo ambos están sometidos a regulaciones ambientales. La Unión Europea y España están impulsando medidas para descarbonizar la calefacción doméstica en las próximas décadas. Ya en la normativa vigente se fomenta el uso de tecnologías más eficientes: por ejemplo, desde 2015 solo se pueden comercializar calderas de condensación de gas, mucho más eficientes y respetuosas con el medio ambiente que las antiguas calderas convencionales. Además, se han establecido límites de emisiones de NOx más estrictos para calderas tanto de gas como de gasóleo en nuevas instalaciones.

Mirando al futuro, el Parlamento Europeo ha marcado hitos importantes: desde 2024 los Estados miembros no pueden otorgar subvenciones para la instalación de calderas que utilicen gas natural o gasóleo (fomentando en su lugar bombas de calor y energías renovables). A partir de 2025, todos los edificios de nueva construcción deben optar por sistemas de calefacción de cero o bajas emisiones, lo que en la práctica excluye las calderas de gasóleo en obra nueva. Es más, la UE plantea la eliminación progresiva de las calderas de combustibles fósiles existentes: en el caso del gasóleo, se espera prohibir por completo su uso hacia 2035 en el sector residencial, y para el gas natural en torno a 2040. Esto no significa que en 2025 dejen de funcionar las calderas actuales –las ya instaladas podrán seguir utilizándose durante su vida útil–, pero sí indica que instalar hoy una caldera de gasóleo quizás no sea una inversión a largo plazo, ya que en unos años podría estar sujeto a restricciones o planes de sustitución obligatoria. En contraste, el gas natural tendrá una ventana algo mayor antes de su retirada, aunque igualmente está en el punto de mira de la descarbonización. Adicionalmente, muchas ciudades y comunidades autónomas ofrecen subvenciones o planes renove para sustituir calderas de gasoil por sistemas más limpios (gas, aerotermia, biomasa), buscando reducir las emisiones locales y mejorar la eficiencia energética de los hogares. En conclusión, desde la perspectiva ecológica y regulatoria el gas sale mejor parado que el gasóleo, y las tendencias normativas van claramente en dirección de limitar ambos en favor de energías renovables. Esto es algo a tener en cuenta si estás decidiendo sistema de calefacción pensando en la próxima década.

Recomendaciones según el tipo de vivienda, localización y uso

Entonces, ¿qué es mejor, caldera de gas o de gasóleo? La respuesta depende de las circunstancias de tu vivienda y tus prioridades. En términos generales:

  • Para un piso o vivienda unifamiliar en zona urbana con gas natural disponible, la caldera de gas suele ser la opción más recomendada. Tendrás un combustible más económico por kWh, un suministro cómodo y continuo, y menores complicaciones de instalación. Incluso aunque tu piso actualmente use, por ejemplo, una caldera eléctrica o de gasóleo comunitaria, valorar un cambio a gas natural puede traducirse en ahorros significativos en la factura (se han visto ahorros del orden del 30-50% al pasar de calefacción de gasoil a gas natural en comunidades de vecinos). Además, en entornos urbanos la infraestructura está a favor del gas: la instalación será más sencilla y probablemente tu edificio ya disponga de salida de gases comunitaria apta para calderas estancas de gas. Por comodidad y limpieza, el gas natural es ideal en casas de ciudad.

  • Para viviendas unifamiliares en zonas rurales o aisladas sin acceso a gas canalizado, la caldera de gasóleo sigue siendo una alternativa sólida. Su principal ventaja es la autonomía: puedes tener calefacción en cualquier ubicación siempre que te aprovisionen de gasoil, sin depender de que llegue una red de distribución. En casas de campo, masías, chalets rurales o zonas montañosas donde no exista gas natural, una caldera de gasoil bien dimensionada te proporcionará calor de forma fiable. Estas calderas están diseñadas para funcionar en entornos exigentes y ofrecer alta potencia calorífica para climatizar viviendas grandes o mal aisladas. De hecho, si tu vivienda es muy amplia o tiene una gran demanda térmica (muchos metros cuadrados, varios baños funcionando a la vez, climatización de piscinas, etc.), las calderas de gasoil de alta potencia pueden cubrir esa necesidad sin problemas. Dicho esto, hoy en día también existen calderas de gas natural de alta potencia y soluciones modulantes que pueden atender viviendas grandes, por lo que el gasóleo ya no es el único capaz de calentar grandes espacios. Solo sería la única opción cuando el gas simplemente no esté disponible.

  • Según el uso previsto y hábitos de consumo: si la vivienda va a tener un uso intensivo de la calefacción (ej. vivir en climas fríos, calefacción encendida muchas horas al día en invierno), el gas natural te proporcionará un ahorro notable a largo plazo en costes de combustible. La diferencia en la factura mes a mes se irá acumulando a favor del gas, haciendo que recuperes rápidamente la inversión de conexión al gas (si es que tuviste que hacerla). Por el contrario, si se trata de una vivienda de uso esporádico (una casa de fin de semana, por ejemplo) o en clima suave donde casi no se usa la calefacción, tal vez prefieras no tener un coste fijo mensual de gas y te plantees usar gasóleo u otras alternativas bajo demanda. En esos casos de bajo consumo, algunas personas optan por pedir gasoil en pequeñas cantidades cuando lo necesitan. Sin embargo, hay que recordar que pedir poco gasoil puede resultar más caro por litro, y dejar combustible almacenado mucho tiempo puede reducir su calidad. En muchas viviendas vacacionales de zonas sin gas, hoy se están instalando más bombas de calor eléctricas o calefacción eléctrica directa para evitar la logística del gasoil; en cualquier caso, si hablamos solo de gas vs gasoil, para consumos muy puntuales el gasoil permite no pagar ningún servicio hasta que realmente se usa, a diferencia del gas.

  • Perspectiva medioambiental: si para ti es prioritario reducir la huella ambiental de tu calefacción (dentro de las opciones fósiles), el gas natural resulta preferible al gasóleo al emitir menos CO₂ y contaminantes locales. También es más fácil de combinar en un futuro con gases renovables (biogás, hidrógeno mezclado en red) si esas opciones se masifican, mientras que el gasóleo siempre será un derivado fósil. Además, de cara a la futuras restricciones legales, el gas probablemente tendrá disponibilidad y permisos durante más años que el gasóleo. Por lo tanto, si tienes opción de gas y buscas una solución más sostenible dentro de lo convencional, ve a por la caldera de gas. Si el gas no está disponible, podrías considerar a medio plazo alternativas como aerotermia, pellets, etc., pero eso ya sería otro tema fuera de esta comparativa.

En resumen, la elección entre caldera de gas o de gasoil depende sobre todo de la disponibilidad del gas natural en tu zona y del uso que vayas a hacer de la calefacción. Si dispones de gas canalizado, casi siempre será la opción más conveniente por coste, facilidad de uso y menores emisiones. Si tu vivienda no tiene acceso a gas, la caldera de gasóleo te dará independencia y un buen servicio de calefacción, aunque con costes de combustible mayores y más requisitos de mantenimiento. También considera el tamaño de la vivienda y tu presupuesto: las calderas de gasoil suelen implicar un coste inicial más alto (tanque, equipo) pero pueden ser una inversión robusta para muchos años si no hay gas. Por el contrario, con gas puedes encontrar calderas más económicas y modulares.

Conclusión: la mejor caldera para cada casa

Como hemos visto, no hay una respuesta única a «caldera de gas vs caldera de gasóleo, ¿cuál es mejor?». Cada tecnología tiene sus ventajas e inconvenientes. Para un piso o casa en ciudad, normalmente la caldera de gas natural será la mejor elección por su economía y comodidad. Para una vivienda rural aislada, la caldera de gasoil puede ser la única viable y cumple eficazmente su cometido. En cualquier caso, conviene evaluar detalles específicos: precio de la instalación, disponibilidad de espacio para tanque, coste esperado del combustible en tu zona, y horizonte de uso de la vivienda.

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