El suelo radiante (por agua o eléctrico) es un sistema invisible y de bajo mantenimiento, pero no exento de cuidados. Un mantenimiento regular prolonga la vida del sistema y evita averías costosas. Aunque la limpieza del pavimento puede ser tan sencilla como cualquier suelo convencional, es esencial realizar revisiones periódicas. Seguir unas pautas de cuidado garantizan que el suelo radiante se mantenga “como nuevo” durante más tiempo. Si no se hace un buen mantenimiento se pueden disparar el consumo energético y aparecer problemas: fugas de agua, calor desigual o incluso corrosión interna. Por ello, conviene combinar la limpieza habitual con inspecciones anuales de los componentes principales.
Revisiones periódicas recomendadas
Se recomienda programar revisiones anuales por un profesional cualificado en climatización. Estas revisiones deben incluir, al menos:
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Verificación del colector hidráulico: el colector (o manifold) es el corazón del sistema. En él se ajustan los caudalímetros (medidores de flujo) y las válvulas de cada circuito. Comprobar los caudalímetros garantiza que el agua caliente se distribuya uniformemente por cada zona.
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Calibración de termostatos y sensores: los termostatos de ambiente y sensores de temperatura controlan la regulación por zonas. Su correcta calibración evita consumos excesivos y “zonas frías” indeseadas.
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Inspección de conexiones y controladores: revisar los actuadores y conexiones eléctricas (en colector y controladores de zona), así como los módulos de control de la bomba o válvulas.
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Revisión de la caldera o bomba de calor: en sistemas hidráulicos, comprobar el estado de la caldera o bomba de calor asociada. Se revisa la presión del circuito (normalmente ~1–2 bar en frío) y se ajustan los parámetros de temperatura de impulsión.
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Limpieza de válvulas y purgadores: limpiar los purgadores automáticos o manuales y las válvulas para evitar obstrucciones y asegurar un buen flujo. Se debe eliminar cualquier sedimento acumulado en el sistema.
Es muy importante que estas labores las realice una empresa especializada en instalaciones de calefacción. Un correcto mantenimiento preventivo optimiza el rendimiento del suelo radiante y garantiza que funcione de manera eficiente.
Purgado de sistemas de suelo radiante (agua)
En sistemas de suelo radiante por agua, el purgado anual del circuito es fundamental. El agua transporta pequeñas burbujas de aire al llenarse el sistema, y ese aire perjudica el rendimiento. Cuando hay aire en las tuberías, el calor no se distribuye de forma uniforme, el sistema “derrocha” energía y aparecen ruidos molestos. Además, el oxígeno disuelto produce corrosión en la instalación, reduciendo su vida útil. De hecho, un circuito bien purgado puede consumir entre un 40% y 50% menos energía que uno lleno de aire.
Para purgar correctamente hay que actuar en dos puntos clave: la caldera (o bomba de calor) y la caja de colectores. En la caldera se suele aumentar la presión a unos 3 bares y acelerar la bomba de circulación; luego, en el colector se deja abierto un solo circuito a la vez para que el aire atrapado salga completamente (siguiendo las indicaciones del fabricante). El procedimiento exacto varía según el sistema, pero en general se repite el proceso circuito por circuito hasta que deje de salir aire.
El ritmo de purga recomendado es, como mínimo, una vez al año antes del invierno. También puede ser necesario si se detectan ruidos o desigualdades de temperatura en alguna estancia: un buen truco es caminar descalzo por la casa después de unas horas de funcionamiento y notar si alguna zona sigue más fría; eso indica que hay aire atrapado. En resumen, el purgado del suelo radiante elimina el aire para mejorar la eficiencia y prolongar la vida del sistema.
Control de temperaturas y zonificación
Un buen control de temperaturas por zonas es clave para el confort y el ahorro energético. Se recomienda instalar termostatos independientes en cada estancia (zonas) y sensores que monitoricen la temperatura ambiente. Así, cada habitación puede regularse según su uso. Por ejemplo, en los espacios más habitados (salón, comedor) se mantienen entre 21–23 °C; en dormitorios, lo ideal es 20–21 °C durante la noche; y en baños, para mayor confort tras la ducha, 24–26 °C. Estos ajustes permiten consumir menos energía manteniendo un buen confort.
También es importante regular la temperatura del agua de impulsión en calefacción hidráulica. Lo habitual es trabajar a baja temperatura (30–45 °C), y lo más eficiente es mantenerla alrededor de 35–40 °C. De este modo se evita sobrecalentar el suelo (la norma suele indicar no superar ~27 °C en la superficie) y se optimiza el rendimiento. Utilizar termostatos con sonda en el suelo ayuda a controlar esta temperatura de placa y a no exceder límites recomendados.
Por otra parte, los caudalímetros del colector (los reguladores de caudal) permiten equilibrar el flujo de agua en cada circuito. Ajustar correctamente estos caudalímetros asegura que todas las zonas alcancen sus temperaturas objetivo de forma homogénea. En conjunto, una zonificación inteligente y una buena programación de los termostatos alargan la vida del sistema y reducen el consumo energético global.
Cuidados del pavimento en calefacción radiante
Los pavimentos compatibles con calefacción radiante son fundamentalmente la cerámica, la piedra natural, el gres o el porcelánico, ya que conducen muy bien el calor. También se pueden usar suelos de madera (tarima) o laminados, pero con precauciones: la madera retiene bien el calor, pero es higroscópica (absorbe humedad) y por ello se debe limitar su temperatura. Como indica la industria, es recomendable no sobrepasar unos 27 °C de temperatura superficial en suelos de madera para evitar deformaciones visibles. En la práctica, muchos fabricantes de tarima y parquet especifican un máximo entre 27–29 °C en la superficie.
Al instalar madera o laminado sobre calefacción radiante, hay que dejar juntas de dilatación adecuadas. En paredes y elementos fijos se suelen dejar 5–7 mm, y en superficies grandes se aplican juntas intermedias. Con calefacción radiante se aconseja dividir grandes áreas en paneles de unos 25 m², dejando juntas de dilatación cada 2–10 mm rellenas con material elástico. Estas juntas permiten que el pavimento se expanda y contraiga sin agrietarse cuando sube la temperatura.
En cuanto a la limpieza diaria del pavimento, no se requieren cuidados especiales por el hecho de tener calefacción radiante. Basta con seguir las recomendaciones normales del fabricante del suelo (barrido y fregado suave con agua templada para gres o cerámica, productos específicos para madera, etc.). Se aconseja apagar la calefacción antes de fregar suelos laminados o de madera para evitar secados rápidos que dejen marcas. No use limpiadores agresivos ni productos que puedan dañar el acabado; en general, el pavimento radiante se limpia como cualquier otro suelo interior.
Diferencias en mantenimiento: agua vs eléctrico
Los sistemas de suelo radiante eléctricos (cables calefactores o mallas eléctricas) y los hidráulicos (por agua) requieren cuidados algo diferentes. En líneas generales, los sistemas eléctricos son muy simples de mantener: tras una correcta instalación no suelen necesitar revisiones frecuentes. No hay calderas ni bombas ni riesgo de fugas, por lo que básicamente basta con verificar periódicamente el termostato y el aislamiento eléctrico. Se recomienda, eso sí, confiar la instalación a un profesional para garantizar un montaje correcto, pues la mayoría de los problemas surgen por una instalación deficiente.
Por el contrario, los sistemas hidráulicos implican circuito de agua y maquinaria adicional. Además de lo comentado del purgado y el control de caudales, es necesario mantener la calidad del agua (añadir anticorrosivos o inhibidores si los indica el fabricante) y revisar elementos de impulsión (bomba, vaso de expansión, válvulas automáticas). En resumen: un suelo radiante por agua requiere revisiones ocasionales de la instalación hidráulica (con profesionales que regulen presión y flujos), mientras que el eléctrico prácticamente solo exige ajustar los termostatos y comprobar la conexión eléctrica.
En cualquier caso, ambos sistemas comparten ventajas como la ausencia de radiadores en la vivienda y el confort continuo, por lo que con un mantenimiento adecuado ofrecerán muchos años de servicio eficiente.
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